Dormíamos juntos para no
pensar en nada más. Evadirnos, cumplir nuestra fantasía de morir por unas
horas. Nada era real. Tu mirada perdida lo decía todo y no decía nada al mismo tiempo.
El mundo ya no existía: era tu cabello negro, tus manos blancuzcas, tus labios
y tu espalda; todo ello se deformaba en una espiral infinita acompañada de una
risa hueca cuyo eco retumbaba en mi cabeza. Yo no era yo, sino tú. O quizá era
un «tú» hecho «yo». Náusea y alegría. Moríamos lenta y deliciosamente. Mordí
tus labios y no sentiste dolor alguno. Estrujaste mis cabellos con fuerza, pero
no era sino una dulce caricia. Perdidos. Sin alma…o con todas las almas del
mundo puestas en un solo receptáculo. El grito de todas ellas. Vida. Redención.
Una bofetada, dos bofetadas…solamente reíamos. Todo era una muerte feliz. La
cama, tus ojos, la puerta y la lámpara
se arremolinaban en una sola dimensión informe. No había distancias: «Tú» y
«Yo». «Nosotros». Dolor sin forma, placer absoluto: asistimos a nuestro propio
funeral y nos dirigimos unas cuentas palabras, celebrándonos. Morir contigo,
aunque sea una falsedad. Terminamos. Despertamos. El mundo real nos dice que nuestra
locura no puede pasar de unas horas. Te muerdo con un beso y me despido. El sol
quema.
martes, 19 de abril de 2016
Muerte
Dormíamos juntos para no
pensar en nada más. Evadirnos, cumplir nuestra fantasía de morir por unas
horas. Nada era real. Tu mirada perdida lo decía todo y no decía nada al mismo tiempo.
El mundo ya no existía: era tu cabello negro, tus manos blancuzcas, tus labios
y tu espalda; todo ello se deformaba en una espiral infinita acompañada de una
risa hueca cuyo eco retumbaba en mi cabeza. Yo no era yo, sino tú. O quizá era
un «tú» hecho «yo». Náusea y alegría. Moríamos lenta y deliciosamente. Mordí
tus labios y no sentiste dolor alguno. Estrujaste mis cabellos con fuerza, pero
no era sino una dulce caricia. Perdidos. Sin alma…o con todas las almas del
mundo puestas en un solo receptáculo. El grito de todas ellas. Vida. Redención.
Una bofetada, dos bofetadas…solamente reíamos. Todo era una muerte feliz. La
cama, tus ojos, la puerta y la lámpara
se arremolinaban en una sola dimensión informe. No había distancias: «Tú» y
«Yo». «Nosotros». Dolor sin forma, placer absoluto: asistimos a nuestro propio
funeral y nos dirigimos unas cuentas palabras, celebrándonos. Morir contigo,
aunque sea una falsedad. Terminamos. Despertamos. El mundo real nos dice que nuestra
locura no puede pasar de unas horas. Te muerdo con un beso y me despido. El sol
quema.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario