Hay algo de perverso en mirarte furtivamente, en la ilusión asesina de aquellos que, en el margen de tu vida, añoran ser dormidos en tu encanto impronunciable. Pero he aquí, pues, el desgarramiento absoluto de una mirada perdida que sueña en vano, que idealiza, que se obsesiona inútilmente como quien carece de amor por tanto tiempo. Entre el sueño y la pastosa realidad del mundo hay un capricho supremo que bien quisiera tornarse en amor, pero conoce perfectamente su limitación originaria. ¡No hay palabras para describir esa sensación de perder algo que por principio nunca se tuvo! Nunca he sido la imagen reflejada en tus ojos ni la calidez que te abrazace en los inviernos de una soledad cuya esencia -¡bien lo sabré yo!- resulta abrumadora. Pero, a pesar de todo, ¡no te conozco! He ahí lo más absurdo de todo, el sin sentido más vergonzante y la debilidad más angustiosa. No puedo decir que me he enamorado, me limito a decir que, en todo caso, quisiera enamorarme de alguien con tu encanto preciso y que sea capaz, en pocas palabras cruzadas, de hipnotizar a cualquiera.

No hay comentarios:
Publicar un comentario