Hube encarcelado al tiempo presto
en aúreas letras y fecunda savia,
el dédalo en que fluye sangre y malva
convirtióse en la pena de Teseo.
La indómita tiniebla del Leteo
por la pira del Logos liberada;
yace el hombre y su gracia reflejada
en el fulgente filo de su acero.
La brasa que forjase intermitente
el estrado de sabios y titanes
escuece nuestras venas, insistente.
Oír la voz de los difuntos mares
en opulento trino descendente
sosciega el corazón y sus pesares.
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