Glory box.
I'm so tired of playing/ Playing with this bow and
arrow/ Gonna give my heart away….
Hay una sublime terquedad que nos invade, ¿no es
cierto? Es un espanto placentero que está ahí, nos mira, nos acosa y,
finalmente, nos penetra hasta quebrarnos. No importa lo que hagamos, lo que
sintamos, lo que digamos: está ahí y amenaza con no irse nunca. Siempre nos
decimos: «¡he ahí al pasado! Muerto, sin movimiento, sin existencia y sin
palabra», y tratamos de convencernos de que siempre habrá un futuro cuya
promesa no vale la pena desperdiciar con recuerdos dolorosos. Pero esto no es
sino mera y llana ficción. El pasado está ahí porque sentimos sobre nosotros el
peso muerto de su indolencia. Y, ¿sabes
algo? Me he cansado de arrastrarlo conmigo por doquiera. Quizá he hecho todo al
revés: he tratado de olvidarte buscando tu voz en el eco de otras voces. Porque
eso es lo que –quizá con una sola excepción- ha sido mi vida estos últimos tres
años: búsqueda de tu rostro en otra parte…
Te avergonzarías de lo que soy ahora. Yo lo hago,
pues deseaba odiarte a toda costa, disolverte con la fuerza del rencor… pero
sólo he logrado agitar un gran odio hacia mí mismo. Tal vez lo único que me queda es aceptarte, aceptar
mi propia renuncia, mi propia decisión y mi propio destino; solamente así
lograré reconciliarme.
Estamos destrozados, cariño, porque vivimos tres años
demasiado intensamente. Nos exprimimos hasta ya no quedar nada, ni un atisbo de
esa emoción originaria, de esa confianza, de esa honestidad…ello nos costó buena parte de nuestra cordura.
Un día te dije que habría mejores libros…no sé
si los habrá, pero con sinceridad te digo: espero que escribas el mejor de tu
vida y me lo des a leer. Eso será lo más cercano que estemos de lo que alguna
vez fuimos.