martes, 1 de diciembre de 2015

Glory box.

Glory box.

I'm so tired of playing/ Playing with this bow and arrow/ Gonna give my heart away….


Hay una sublime terquedad que nos invade, ¿no es cierto? Es un espanto placentero que está ahí, nos mira, nos acosa y, finalmente, nos penetra hasta quebrarnos. No importa lo que hagamos, lo que sintamos, lo que digamos: está ahí y amenaza con no irse nunca. Siempre nos decimos: «¡he ahí al pasado! Muerto, sin movimiento, sin existencia y sin palabra», y tratamos de convencernos de que siempre habrá un futuro cuya promesa no vale la pena desperdiciar con recuerdos dolorosos. Pero esto no es sino mera y llana ficción. El pasado está ahí porque sentimos sobre nosotros el peso muerto de su indolencia.  Y, ¿sabes algo? Me he cansado de arrastrarlo conmigo por doquiera. Quizá he hecho todo al revés: he tratado de olvidarte buscando tu voz en el eco de otras voces. Porque eso es lo que –quizá con una sola excepción- ha sido mi vida estos últimos tres años: búsqueda de tu rostro en otra parte…
Te avergonzarías de lo que soy ahora. Yo lo hago, pues deseaba odiarte a toda costa, disolverte con la fuerza del rencor… pero sólo he logrado agitar un gran odio hacia mí mismo.  Tal vez lo único que me queda es aceptarte, aceptar mi propia renuncia, mi propia decisión y mi propio destino; solamente así lograré reconciliarme.
Estamos destrozados, cariño, porque vivimos tres años demasiado intensamente. Nos exprimimos hasta ya no quedar nada, ni un atisbo de esa emoción originaria, de esa confianza, de esa honestidad…ello nos costó buena parte de nuestra cordura.
 Un día te dije que habría mejores libros…no sé si los habrá, pero con sinceridad te digo: espero que escribas el mejor de tu vida y me lo des a leer. Eso será lo más cercano que estemos de lo que alguna vez fuimos.