No
nos dijimos adiós. Y, según recuerdo, jamás nos saludamos. Ni un “ mira, te presento
a X…”. Nada. La traducción a la lengua francesa fungió como lazo, como
tarjetita de conversación improvisada. Recuerdo que me hablabas de la vieja
tradición alemana de la traducción, de Schleiermacher
y del “francés medio”; de la dificultad de traducir a Montaigne…yo te miraba,
encantado. Después me confesaste que cuando me “conociste” te parecía el tipo
más arrogante y mamón del mundo. No te culpo. A un “ Bon, mais vous parlez d’une
tradition de traduction très antique qu’il y a longtemps qui a été dépassé...”
Era de esperarse que respondieras con un “Vous ne savez rien de la discussion
au sein de la tradition de la traduction allemande… Avez-vous de formation en
traduction?”. Dos mamones hechos el uno para el otro. Te adoraba por eso. Después
te invité unos tragos para explicarte mi posición…ya más relajados, fuera del
ambiente académico.
Pasaron
los días y las miradas; las largas conversaciones, los cigarros, las caricias.
Por primera vez en mucho tiempo sentí que podía estar con alguien, que estaba
preparado por fin para iniciar algo nuevo…una nueva página. El error de truncar
todo ello fue mío, eso está claro. ¿El problema? Quizá, como bien dijiste, fue
mi miedo a comprometerme, a iniciar todo de nuevo, a mi inmadurez. Por mi terca
idea de preferir la academia a una relación seria. Idiotez del momento o
mentalidad permanentemente pendeja, no lo sé. No protestaste, no hubo “escenitas”.
Con toda la serenidad del mundo me pusiste en mi lugar. El problema era mío…
Después
regresaste con él y yo no podía creerlo. Arrogancia o una imbécil vanidad
ególatra, llámalo como quieras. Me sentí patético. Como si alguien pudiera ser
juzgado por su inteligencia. Pero, por lo menos para mí, me parecía increíble
una pareja tan desigual intelectualmente. Sentí celos, como si en realidad
tuviera el derecho. Al final del día, fui yo quien impidió todo, quien puso los
obstáculos y los pretextos más estúpidos…y sé que ya no significa mucho, pero
lo siento. Me quedo con tu último beso y con tus últimas palabras poéticas: “
Il viendra, peut-être, un nouveau soleil…”. No nos dijimos adiós.