lunes, 9 de noviembre de 2015

No nos dijimos adiós...

No nos dijimos adiós. Y, según recuerdo, jamás nos saludamos. Ni un “ mira, te presento a X…”. Nada. La traducción a la lengua francesa fungió como lazo, como tarjetita de conversación improvisada. Recuerdo que me hablabas de la vieja tradición alemana de la traducción, de Schleiermacher y del “francés medio”; de la dificultad de traducir a Montaigne…yo te miraba, encantado. Después me confesaste que cuando me “conociste” te parecía el tipo más arrogante y mamón del mundo. No te culpo. A un “ Bon, mais vous parlez d’une tradition de traduction très antique qu’il y a longtemps qui a été dépassé...” Era de esperarse que respondieras con un “Vous ne savez rien de la discussion au sein de la tradition de la traduction allemande… Avez-vous de formation en traduction?”. Dos mamones hechos el uno para el otro. Te adoraba por eso. Después te invité unos tragos para explicarte mi posición…ya más relajados, fuera del ambiente académico.

Pasaron los días y las miradas; las largas conversaciones, los cigarros, las caricias. Por primera vez en mucho tiempo sentí que podía estar con alguien, que estaba preparado por fin para iniciar algo nuevo…una nueva página. El error de truncar todo ello fue mío, eso está claro. ¿El problema? Quizá, como bien dijiste, fue mi miedo a comprometerme, a iniciar todo de nuevo, a mi inmadurez. Por mi terca idea de preferir la academia a una relación seria. Idiotez del momento o mentalidad permanentemente pendeja, no lo sé. No protestaste, no hubo “escenitas”. Con toda la serenidad del mundo me pusiste en mi lugar. El problema era mío…

Después regresaste con él y yo no podía creerlo. Arrogancia o una imbécil vanidad ególatra, llámalo como quieras. Me sentí patético. Como si alguien pudiera ser juzgado por su inteligencia. Pero, por lo menos para mí, me parecía increíble una pareja tan desigual intelectualmente. Sentí celos, como si en realidad tuviera el derecho. Al final del día, fui yo quien impidió todo, quien puso los obstáculos y los pretextos más estúpidos…y sé que ya no significa mucho, pero lo siento. Me quedo con tu último beso y con tus últimas palabras poéticas: “ Il viendra, peut-être, un nouveau soleil…”.  No nos dijimos adiós.